Desde afuera (un cuento de Lucas Otero)
Ese Gol, Dios mío, que Gol.
Los sueños, de tanto insistir, se hacen realidad, y eso se sabe.
La pelota venia bombeada y yo, parado como siempre de nueve, pero esos nueves que bajan, no se crea que me quedaba pegadito al área como un pescador, no, yo bajaba y armaba el juego “jugaba y hacía jugar”, la pelota venía bombeada le decía, creo que había rebotado en mi profesor de historia en un despeje, saqué un fulbo de chilena que si se lo cuento no me cree, y menos aun me creería si le digo en que parte del arco entró el cuero. Además, para ganarme su reputación de mentiroso, yo soy de esos zurdos que quién sabe por qué las chilenas y las rabonas las hacen con la derecha, a veces pienso que es porque con una pierna nos basta y nos sobra, la derecha la tenemos para poder correr a la par de los demás, aunque ni eso. Le decía que la bocha se clavó en un ángulo inatajable para cualquiera que se encontrara defendiendo los tres palos, inclusive para mi profesora de matemáticas. La reputa madre, el Gol se lo hice a mi profesora de matemáticas, ¿usted puede creerlo? A mí me chupó un huevo, yo lo grité.
El partido se dio por terminado en ese instante, porque teníamos que hacer un ejercicio de integración de grupo o alguna boludez por el estilo, era lo lógico, después de eso no había más que hacer futbolísticamente hablando, no había nada más para ver, “se acabó lo función” pensé.
Nadie me dijo nada, nadie hizo un comentario, ni siquiera Lucas, como jugaba mi tocayo Lucas, un 5 de esos, para qué le voy a mentir. Es el día de hoy que sostengo que esa falta de comentario fue porque atajaba la puta esta de matemáticas, si estaba en el arco alguien con pito, todos me lo hubieran reconocido, y uno a veces hace las cosas para que se las reconozcan, para levantarse más minas, no me venga ahora a decir que no, de todas maneras le digo, que cuando la bocha venía bombeada, lo que menos pensé fue en ella, simplemente fue ese impulso que tenemos los buenos jugadores del balompié.
Yo interiormente sabía, y es el día de hoy que sé, que si en el arco estaba quien usted o Dios quiera poner, la masa de aire entraba igual, o mejor aun, porque los arqueros, los de a de veras digo, cuando saben que no llegan se tiran igual para que los compañeros no lo puteen, y le dan ese show a la jugada. Eso le faltó al mío, un poco de show, una volada, un “algo más”. Pero no, la de matemáticas sólo me desmereció diciéndome que le había pegado muy fuerte. Ni idea tenía, no sabía las cosas que se me cruzaron en ese momento, además yo pensaba que cómo me podía decir eso si la caze a 17 metros del arco.
Al retirarnos pasé por la cancha y me quedé sentado al borde, había unos chicos jugando y bastante bien creo, pero yo me quedé mirando e imaginando mi Gol, pensaba que tendría que haber una palabra en el diccionario que defina lo que hice, porque Gol le quedaba chico, una cosa es un Gol y otra fue lo que hice, son dos cosas totalmente distintas, la única, e injusta similitud, es que suman lo mismo, y eso, señores que hacen el reglamento, sépanlo, esta muy mal.
Pero le decía que me paré al borde de la cancha y quería saber cómo había sido, ¿cómo podía haberlo hecho y ni siquiera verlo? Qué injusto que es vivir en cámara subjetiva, uno se cuida, se mira al espejo actuando entre los demás, y cuando llega el momento no puede verse.
Fue media hora para reconstruir 1 segundo, quizá 2, “no puedo, no se puede” me dije, me paré y conté los 17 metros que separaban el lugar del hecho al del arco y me fui a casa, pagué 2 boletos, uno para mí y otro para mi orgullo, que seguramente tendría que haber pagado exceso de equipaje.
Desde ese día tengo la costumbre de hacer ese ejercicio antes de jugar, ese de mirar la cancha y verme ahí. Trato de evitarlo, le juro, pero tengo sueños y no puedo con ellos. Muy pocos fueron los días que tuve la necesidad-obligación de mirar después del juego, muy pocos, pero muy pocos. Tengo horas y pasión por la pelota, pero un Gol como ese día, nunca más, lindos e importantes si, pero no como aquel. Y no me diga que las cámaras, la tecnología y esas boludeces, por favor, las cámaras no graban las sensaciones, y mucho menos logran reproducir los sueños.
Pienso que ese Gol fue lo peor que me pudo haber pasado, me obligo a tener la necesidad de verme, pasa que no sólo me quiero ver en una cancha de fútbol, me quiero ver amar, trabajar, caminar y hasta comprar fasos para ver de qué manera seduzco a la del súper que está bastante buena, pero al igual que en mis sueños, la subjetitividad de las cosas me persigue. Pienso que ese Gol fue lo peor que me pudo haber pasado, le decía, porque hasta me quitó las ganas de jugar al fútbol, porque un Gol como ese día, nunca más.
Y diga usted que se lo hice a mi profesora de matemáticas.
Lucas Otero - Septiembre 2002
www.cydlibro.blogspot.com/
www.corteydisolvencia.com
Read More
Los sueños, de tanto insistir, se hacen realidad, y eso se sabe.
La pelota venia bombeada y yo, parado como siempre de nueve, pero esos nueves que bajan, no se crea que me quedaba pegadito al área como un pescador, no, yo bajaba y armaba el juego “jugaba y hacía jugar”, la pelota venía bombeada le decía, creo que había rebotado en mi profesor de historia en un despeje, saqué un fulbo de chilena que si se lo cuento no me cree, y menos aun me creería si le digo en que parte del arco entró el cuero. Además, para ganarme su reputación de mentiroso, yo soy de esos zurdos que quién sabe por qué las chilenas y las rabonas las hacen con la derecha, a veces pienso que es porque con una pierna nos basta y nos sobra, la derecha la tenemos para poder correr a la par de los demás, aunque ni eso. Le decía que la bocha se clavó en un ángulo inatajable para cualquiera que se encontrara defendiendo los tres palos, inclusive para mi profesora de matemáticas. La reputa madre, el Gol se lo hice a mi profesora de matemáticas, ¿usted puede creerlo? A mí me chupó un huevo, yo lo grité.
El partido se dio por terminado en ese instante, porque teníamos que hacer un ejercicio de integración de grupo o alguna boludez por el estilo, era lo lógico, después de eso no había más que hacer futbolísticamente hablando, no había nada más para ver, “se acabó lo función” pensé.
Nadie me dijo nada, nadie hizo un comentario, ni siquiera Lucas, como jugaba mi tocayo Lucas, un 5 de esos, para qué le voy a mentir. Es el día de hoy que sostengo que esa falta de comentario fue porque atajaba la puta esta de matemáticas, si estaba en el arco alguien con pito, todos me lo hubieran reconocido, y uno a veces hace las cosas para que se las reconozcan, para levantarse más minas, no me venga ahora a decir que no, de todas maneras le digo, que cuando la bocha venía bombeada, lo que menos pensé fue en ella, simplemente fue ese impulso que tenemos los buenos jugadores del balompié.
Yo interiormente sabía, y es el día de hoy que sé, que si en el arco estaba quien usted o Dios quiera poner, la masa de aire entraba igual, o mejor aun, porque los arqueros, los de a de veras digo, cuando saben que no llegan se tiran igual para que los compañeros no lo puteen, y le dan ese show a la jugada. Eso le faltó al mío, un poco de show, una volada, un “algo más”. Pero no, la de matemáticas sólo me desmereció diciéndome que le había pegado muy fuerte. Ni idea tenía, no sabía las cosas que se me cruzaron en ese momento, además yo pensaba que cómo me podía decir eso si la caze a 17 metros del arco.
Al retirarnos pasé por la cancha y me quedé sentado al borde, había unos chicos jugando y bastante bien creo, pero yo me quedé mirando e imaginando mi Gol, pensaba que tendría que haber una palabra en el diccionario que defina lo que hice, porque Gol le quedaba chico, una cosa es un Gol y otra fue lo que hice, son dos cosas totalmente distintas, la única, e injusta similitud, es que suman lo mismo, y eso, señores que hacen el reglamento, sépanlo, esta muy mal.
Pero le decía que me paré al borde de la cancha y quería saber cómo había sido, ¿cómo podía haberlo hecho y ni siquiera verlo? Qué injusto que es vivir en cámara subjetiva, uno se cuida, se mira al espejo actuando entre los demás, y cuando llega el momento no puede verse.
Fue media hora para reconstruir 1 segundo, quizá 2, “no puedo, no se puede” me dije, me paré y conté los 17 metros que separaban el lugar del hecho al del arco y me fui a casa, pagué 2 boletos, uno para mí y otro para mi orgullo, que seguramente tendría que haber pagado exceso de equipaje.
Desde ese día tengo la costumbre de hacer ese ejercicio antes de jugar, ese de mirar la cancha y verme ahí. Trato de evitarlo, le juro, pero tengo sueños y no puedo con ellos. Muy pocos fueron los días que tuve la necesidad-obligación de mirar después del juego, muy pocos, pero muy pocos. Tengo horas y pasión por la pelota, pero un Gol como ese día, nunca más, lindos e importantes si, pero no como aquel. Y no me diga que las cámaras, la tecnología y esas boludeces, por favor, las cámaras no graban las sensaciones, y mucho menos logran reproducir los sueños.
Pienso que ese Gol fue lo peor que me pudo haber pasado, me obligo a tener la necesidad de verme, pasa que no sólo me quiero ver en una cancha de fútbol, me quiero ver amar, trabajar, caminar y hasta comprar fasos para ver de qué manera seduzco a la del súper que está bastante buena, pero al igual que en mis sueños, la subjetitividad de las cosas me persigue. Pienso que ese Gol fue lo peor que me pudo haber pasado, le decía, porque hasta me quitó las ganas de jugar al fútbol, porque un Gol como ese día, nunca más.
Y diga usted que se lo hice a mi profesora de matemáticas.
Lucas Otero - Septiembre 2002
www.cydlibro.blogspot.com/
www.corteydisolvencia.com