38 - El jefe y el otro
—¿Me escucha?—Sí, jefe, lo escucho pero espere a que salga del vestuario. Acá hay mala señal, vio… —dijo y trotó hasta la salida del túnel con el celular pegado a la oreja—. ¿Ahora?
—Ahora sí.
—Bueno, le decía: le llenó la cara de dedos…
—¡Será posible!
—Quedó bastante estropeado… Si al menos el otro se hubiera dejado los guantes puestos… Pero bueno, que se ponga mucho hielo y que se la banque por cocorito.
—¡Qué cocorito ni qué ocho cuartos! Este cumplió órdenes, como tantos. ¿Usted es nuevo, no sabe cómo se maneja el intocable?
—Sí, sí, lo sé perfectamente…
—Y entonces, qué me dice, hombre. Acá todos sacan número para alcanzar el título de amigo, ¿y sabe cuándo se reciben? Cuando se ligan una piña o el raje por defenderlo. ¡Parece que no se dieran cuenta, che! —el jefe necesitó hacer una pausa, tomar aire y volver a parecer un hombre tranquilo—. Qué se le va a hacer, paciencia. Después de junio, ¡chau! Los dos afuera.
—¿El intocable también?
—¿Qué dice? Ojalá, pero no creo que tengamos tanta suerte. Yo me refería a los otros, los de la peleíta.
—Mire que si es así nos quedamos sin arquero.
—Ni me lo diga, pero no tenemos otra.
—Por lo que me enteré, la lista de los que salen es larga.
—Ni más ni menos.
—Le pido que esta vez no reforcemos rivales, mire lo que pasó con Lanús. Les mandamos tres muertos y resulta que resucitaron.
—No me haga acordar, Daniel, se lo ruego.
—Disculpe, Jefe. Si quiere le digo la buena.
—¿Hay una buena? Dígamela, ¿qué espera?
—Como el pibe está desgarrado, no juega el domingo.
—¿Y?
—Y lo podemos tener guardado unos días, hasta que se le curen los moretones. Nadie lo va ver.
—Admirable, lo felicito.
—Gracias.
—Y de esto no trascendió nada, ¿no?
—Nada. La prensa ni se enteró.
—Mejor así —el jefe tomó una bocanada de aire—. Escuchemé, ¿encontró lo que le pedí?
—Tengo uno que pinta bien.
—Un 10.
—No, un 4.
—Un 4 no me sirve, Daniel, ya se lo dije ochocientas veces. Un 10 necesito, pero un 10 de verdad, un 10 con personalidad. No como los últimos intentos que, al fin y al cabo, los tuvimos que exportar.
—Lo que usted quiere no es fácil, jefe. La historia marca que de esos jugadores aparecen uno cada veinte años.
—¿La historia? ¿Sabe lo que dice la historia? Que para voltear a un ídolo hay que construir otro, y eso lleva tiempo. ¿Y sabe cuándo son las elecciones? En el 2015. Por lo tanto, tiempo, no tenemos.
—Sí, jefe.
—Mire, ni “sí, jefe”, ni nada. Concéntrese en encontrar al hombre. Recuerde que la última vez el proceso fue largo, arrancamos en noviembre del ’96 y recién terminamos en octubre del ’97. ¿Se acuerda?
—Cómo no me voy a acordar, Mauricio, el partido que le dimos vuelta a River —el hombre hizo una pausa y con nostalgia agregó—. Pobre Diego…
Pablo Pedroso
Buenos Aires, 11 de marzo del 2014.
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